Desarrollo, competitividad y elecciones
Enrique Manzur Ph.D Vicerrector Económico Universidad de Chile
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Enrique Manzur
Recientemente se dio a conocer una nueva versión del Informe anual de Competitividad Mundial que realiza el IMD de Suiza, sin embargo el agitado pero poco sustancioso debate que se observa en época de elecciones hizo que pasara casi inadvertido. El principal beneficio de este tipo de estudios es que permiten identificar las áreas prioritarias que requieren concentrar el esfuerzo público y privado, colocando en perspectiva comparada nuestro desempeño en múltiples indicadores. Sin duda sería muy interesante conocer las propuestas concretas de las distintas candidaturas para enfrentar los desafíos y obstáculos que frenan nuestra competitividad y restringen nuestro desarrollo.
Entre los años 2011 y 2016 Chile acumuló 5 caídas consecutivas en el Informe de Competitividad, descendiendo desde el lugar 25 en 2011 hasta alcanzar el año pasado su posición más baja desde la creación del ranking: 36 entre los 61 países analizados. Si bien este año nuestro país subió un puesto, alcanzando el lugar 35, los factores que limitan nuestra competitividad se mantienen y pueden agruparse en tres grandes áreas: educación, productividad y contexto social.
Sin duda que la educación ha sido uno de los aspectos que ha recibido una mala evaluación, ubicándonos sistemáticamente sobre el lugar 50. Si queremos aspirar a ser un país desarrollado, es necesario fortalecer la calidad y pertinencia de los procesos formativos desde la infancia para todos nuestros niños. En este sentido, es inevitable observar que las reformas llevadas a cabo en el último tiempo han tenido un mayor foco en el financiamiento que en la calidad y en el nivel terciario (educación superior) por sobre los primeros años. Es justamente en las primeras etapas de la vida en que se van generando profundas brechas en el desarrollo cognitivo y en la adquisición de conocimientos y habilidades claves. Por ello, es urgente mejorar la calidad de la educación pre-básica, básica y media, para el 90% de los niños que no asisten a colegios privados o liceos emblemáticos. Ahí debieran concentrarse los mayores recursos que se destinen a educación y así aprovechar el talento latente que se distribuye homogéneamente en la población.
La productividad también ha sido una preocupación permanente y se ha agudizado por las caídas consecutivas observadas en los últimos tres años. Por ejemplo, la contribución por hora de un trabajador chileno, medido en dólares ajustados por paridad de poder de compra, alcanza hoy a US$ 25 situándonos en el lugar 49, una caída de 6 puestos respecto a 2014. Más dramático aún es que ante la pregunta de si la productividad de la fuerza laboral es competitiva de acuerdo a estándares internacionales, ocupamos el lugar 58. Por otra parte, la Comisión Nacional de Productividad, presidida por el profesor Joseph Ramos, realizó un estudio que muestra que la Productividad Total de Factores (PTF) tuvo un crecimiento anual promedio de solo 0,1% en el período 2000-2015. Incluso si se aísla el efecto del sector minero, cuya productividad se ha visto afectada negativamente por la baja en la ley del mineral, el crecimiento de la PTF es de un modesto 1,4% anual en el mismo período.
Por último y quizás lo más inquietante es el deterioro en el contexto social (Societal Framework), que incluye factores como la percepción de justicia, seguridad y equidad, así como el grado de cohesión social. En pocos años esta dimensión muestra una caída muy significativa, bajando desde el lugar 28 en 2011 al puesto 50 en 2017. Resulta evidente que los sucesivos casos de corrupción y colusión han socavado la confianza en el funcionamiento de los mercados y en las principales instituciones públicas y privadas. Lo anterior, sumado a una persistente desigualdad (ocupamos el lugar 58 según el índice de Gini) ha generado un complejo escenario de desconfianza y malestar que afecta gravemente la convivencia nacional.
En síntesis, Los desafíos que enfrentamos como país son múltiples, complejos y requieren ser abordados con estrategias y políticas de largo plazo. Lamentablemente, hasta el momento las distintas candidaturas no han presentado propuestas concretas que aborden los temas planteados.